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Así es cómo se hacen las cosas en nuestras granjas
22 de junio de 23 - Noticias
Óscar Toledano. Director comercial Rotecna
Cada día vemos ataques contra el sector porcino en medios y redes, pero no deberíamos permitir que se genere la opinión pública de que no tenemos los medios ni la voluntad para producir carne de gran calidad, con alto bienestar animal y de una forma completamente sostenible, porque no es así.
Es vital que demos a conocer nuestra versión, somos muchísimos los que nos esforzamos cada día y contribuimos a que se hagan las cosas lo mejor posible y a que el sector no deje de mejorar. Por ello, deberíamos explicar lo que hacemos y el impacto que tiene, ya que conocemos de primera mano cómo funciona la producción porcina.
Deberíamos contribuir a que no se demonice al sector porcino por tener un gran impacto negativo sobre el cambio climático, ya que no es así.
Según el sistema español de inventario de emisiones, las derivadas de la producción porcina representan tan solo el 2% de las emisiones totales de GEI del país (a pesar de ser el tercer productor mundial y de que el sector representa casi el 2% del PIB nacional total y el 15% del PIB Industrial). Por otra parte, un solo vuelo de ida y vuelta de Roma a Bruselas emite por pasajero más gases de efecto invernadero que la producción de la carne consumida por una persona en un año. También debemos hacer entender que parte de la alimentación de nuestros animales se basa en subproductos de la industria alimentaria y partes de plantas que no son digeribles para los humanos.
En todo caso, hemos hecho importantes progresos en la reducción total de emisiones y uso de agua por kilogramo de carne producido. Disponemos de medios para seguir haciéndolo y continuamos trabajando en el desarrollo de nuevas técnicas para ir aún más allá.
Deberíamos contribuir a que no se demonice a los purines por ser necesariamente substancias contaminantes, porque no es así.
Valorizar los purines como abono reduce la dependencia de los fertilizantes de síntesis química y de origen extractivo (cuya generación y transporte requieren de ingentes cantidades de energía) y su uso mejora la estructura del suelo, pues incrementa su capacidad de fijación de carbono. Esto representa una contribución significativa en la lucha contra el cambio climático. Además, tenemos los conocimientos y la tecnología para hacerlo a un coste menor del que supone el uso de otros fertilizantes, con lo que se pueden aportar ingresos extra a los ganaderos, ahorro de costes a los agricultores y eliminar el riesgo de contaminar los acuíferos.
Deberíamos contribuir a que no se demonice a la ganadería intensiva por ser peor que la extensiva y/o ecológica, porque no es así.
La modernización, la automatización y la introducción de tecnología han permitido una mejora significativa de las condiciones de trabajo y de vida de los ganaderos y sus animales y, con ello, un aumento de la salud, el bienestar animal y la productividad por unidad de recurso utilizado, por lo que la producción intensiva puede ser tan o más sostenible que la extensiva. Obviamente, implica la necesidad de una cantidad mínima de animales para garantizar los ingresos necesarios a fin de poder tener suficiente mano de obra para asegurar unas condiciones laborales dignas y generar ingresos suficientes que nos permitan abordar las inversiones necesarias en tecnología e instalaciones. Aun así, la gran mayoría de granjas españolas siguen siendo propiedad de particulares o parte de cooperativas o empresas familiares muy arraigadas a sus territorios.
El termino macrogranja se utiliza despectivamente, aunque en ningún caso el tamaño de una granja implica menor bienestar animal o mayor impacto ambiental. Respecto al bienestar animal, no está influido por el número total de animales, sino por las condiciones de su entorno, y la eficiencia productiva y el manejo de emisiones y purines son más eficientes si se dispone de los medios técnicos adecuados, que requieren de un volumen mínimo a gestionar para hacer lar inversiones necesarias. Además, en España el tamaño máximo de una granja está limitado por ley, siguiendo criterios medioambientales y sanitarios.
Imagen de una granja con cerdos destetados. Foto: Rotecna.
Deberíamos contribuir a que no se demonice a los ganaderos por maltratar a sus animales, porque no es así.
La Unión Europea tiene una de las legislaciones de bienestar más exigentes, que, como está basada en evidencias científicas, nos ha llevado a conseguir uno de los niveles de productividad más altos del mundo. Además, se ha empezado a trabajar en una nueva legislación que minimice el tiempo que los animales permanecen dentro de una jaula, pero muchos ganaderos ya limitan su uso a breves periodos cuando es necesario para preservar el bienestar de los lechones recién nacidos o los trabajadores, y consiguen resultados productivos similares que con otros sistemas.
Deberíamos contribuir a que no se demonice a la carne de cerdo como un producto de baja calidad, perjudicial para la salud y que contiene restos de antibióticos, porque no es así.
En España la carne se produce cumpliendo los más altos estándares sanitarios, sin promotores de crecimiento y con el uso de antibióticos solo permitido bajo prescripción y supervisión veterinaria con el objetivo de curar a los animales enfermos, cumpliendo escrupulosamente sus periodos de eliminación del cuerpo de los animales y estrictos controles en el matadero.
España es uno de los principales exportadores de carne de cerdo del mundo, a pesar de tener un coste de producción superior al de otros países, en parte gracias al reconocimiento a nivel internacional de la calidad de nuestros productos. Además, la proteína animal es la de mayor valor biológico y la más eficiente desde el punto de vista nutricional, y su consumo es esencial para tener una dieta sana y equilibrada sin necesidad de recurrir a complementos de síntesis industrial.
Deberíamos contribuir a que no se demonice al sector por ser incompatible con otras actividades como el turismo y contribuir al abandono del mundo rural, porque no es así.
No tiene por qué haber incompatibilidades entre la ganadería porcina y otras actividades en el mismo entorno, y es un hecho la importancia económica y social del sector, especialmente en zonas con graves problemas de despoblación, donde desempeña un papel vital, generando empleos de calidad que ayudan a retener el talento joven y fomentar el empleo femenino.
Si realmente queremos contribuir a la lucha contra el cambio climático, garantizar la sostenibilidad de nuestro modelo alimenticio y luchar contra la despoblación del medio rural, la solución no es detener la modernización del sector no permitiendo la construcción de granjas, ni reducir la cabaña y depender de la importación de alimentos de países donde no se producen con la eficiencia y los estándares de bienestar animal y seguridad alimentaria con que lo hacemos aquí. Lo que hay que hacer es apoyar que se mantenga la mejora continua del sector, fomentando la modernización, automatización y digitalización de nuestras granjas.
No deberíamos tomar decisiones basadas en emociones, sino en la ciencia. Que una persona deja de consumir carne apenas tiene impacto en la reducción total de huella hídrica o de carbono; en cambio, cada uno de nosotros, los profesionales que formamos parte del sector, con nuestro trabajo y dedicación, contribuimos a que se haga cada día más con menos y somos los verdaderos defensores del medio ambiente, ya que nuestro impacto resulta determinante para garantizar el futuro y sostenibilidad de nuestro planeta.