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¿Qué cambios supone la nueva normativa de aplicación de purines?
25 de julio de 23 - Noticias
El pasado 1 de enero entró en vigor el nuevo Real Decreto 1051/2022, por el que se establecen las normas para la nutrición sostenible en los suelos agrarios y que consolida los cambios que ya se habían anunciado en cuanto a la gestión de los purines. La nueva normativa busca reducir las emisiones de gases, en especial de amoniaco, y evitar la contaminación de aguas y del suelo. Rosa Gallart, ingeniera agrónoma del Grupo de Saneamiento Porcino de Lleida, nos explica los principales puntos de la nueva legislación y las repercusiones que tendrá sobre los ganaderos.
Rosa Gallart, ingeniera agrónoma del GSP de Lleida. Foto: Rosa Gallart.
¿Cuáles son los principales cambios que prevé la nueva normativa de aplicación de purines en España?
Siendo precisos, la nueva normativa se focaliza en el control de la fertilización y de la nutrición sostenible del suelo, y en el uso agronómico de los fertilizantes. Esta legislación establece un marco general para la nutrición sostenible del suelo, y se sumaría a las normativas sectoriales que se aplicarían a la hora de fertilizar los cultivos. Más allá del efecto que tenga sobre el sector ganadero, el principal sector implicado en esta nueva normativa sería el agrario. Para el sector porcino, tendrá repercusiones en el uso de los purines en el marco de la actividad agraria.
¿Cuáles serían tales repercusiones?
Dependerá bastante de cada zona, ya que hay zonas donde ya se ha regulado la gestión de las deyecciones en el suelo agrario, a nivel general, como es el caso de Cataluña. En cambio, otras comunidades solo habían regulado sobre sus zonas designadas como vulnerables. La nueva normativa regula cómo gestionar los purines cuando queremos aprovechar su valor agronómico para la agricultura. El efecto que esta regulación tiene en los ganaderos de porcino es el siguiente: al tener establecidos períodos de prohibición para aplicar purín en función del cultivo, se deberá prestar atención a cómo dimensionar su capacidad de almacenamiento en base a los cultivos presentes o potenciales en la zona. Hasta el momento, la norma de ordenación de las granjas de producción ganadera determinaba que se debía disponer de una balsa para almacenar el purín un mínimo de tres meses fuera de las naves. Por otra parte, la norma regula cómo se deben caracterizar los purines en el momento en que se requieran para un uso agronómico, teniendo en cuenta no solo el contenido en nitrógeno, sino también los niveles de fósforo contenido en el purín, que hasta el momento no se habían contemplado. Todo ello supone una restricción más amplia a la hora de utilizar los purines en forma de abono.
¿Y a nivel económico?
Dependerá de los distintos territorios de producción. Hay zonas con baja densidad ganadera donde el impacto económico no será muy elevado, ya que en épocas en que el fertilizante mineral es muy caro, incluso los agricultores pro-fertilización mineral se decantan por el abono orgánico, es decir, por aplicar purines de proximidad. En cambio, en las zonas con elevada densidad ganadera, los titulares de las granjas se verán obligados a buscar alternativas de gestión para exportar los nutrientes fuera de sus zonas y, a la vez, tendrán que aumentar la capacidad de almacenamiento de los purines. Todo esto supone un impacto económico elevado, un cambio en la gestión que implica implementar tecnologías, aumentar los dispositivos para almacenar durante más tiempo, exportar las fracciones del purín fuera de las zonas, etc. Lo que tenemos claro es que, con el paso de los años, el control de la gestión de los purines ha supuesto un incremento en el coste económico, ya que no solo se trata de cuadrar papeles, se trata de que estos papeles reflejen la realidad.
Una de las exigencias de la normativa es que todas las granjas dispongan de un plan de abonado. ¿Qué beneficios aporta?
Agronómicamente, aplicar un plan de abonado ayuda al suelo a mantener su estado productivo y su biodiversidad. En momentos en que ese suelo pueda tener un exceso de nutrientes, el plan ayuda a cambiar cultivos en función de las necesidades, a conocer el estado del suelo para saber qué tipo de fertilizantes se deben usar, etc. Además, ayuda a mejorar las condiciones medioambientales de las aguas subterráneas, ya que permite reducir los excedentes que puedan lixiviar. Por todo ello, contar con un plan de abonado siempre supondrá una mejora en la mitigación de los impactos indeseados.
¿Qué debe incluir este plan?
El estado del suelo, los nutrientes, la materia orgánica, etc. También debe detallar qué se puede extraer de ese suelo, y debe contemplar los cultivos que se implantarán, los precedentes (qué se había plantado o sembrado y el manejo del suelo) y una previsión de la fertilización en base a las necesidades reales. Con todos estos datos, disponemos de toda la información sobre nuestro suelo y podemos conocer qué dosis de purines aplicar para evitar un exceso de nutrientes que puedan convertirse en fuente de contaminación. En resumen, el plan debe buscar el mejor fertilizante, respetando el principio de economía circular.
"Uno de los retos que debemos afrontar en cuanto a la implementación de las MTD es adaptar la tecnología que hay en otras partes de Europa a nuestro territorio y modelo productivo".
¿Existe margen de mejora en la gestión y aplicación de los purines?
Siempre hay margen de mejora. A veces muchos de los nutrientes que aportamos al suelo están inmovilizados o se pierden por exceso. Por tanto, necesitamos mejorar en el sistema de la gestión del suelo. La rapidez en la mejora irá ligada al control por parte del órgano competente que debe revisar que la fertilización de los suelos sea racional independientemente del tipo de fertilizante utilizado.
¿Cómo ha evolucionado el modelo de gestión y aplicación de purines hasta llegar a esta nueva normativa?
Nuestro modelo de gestión y aplicación de purines ha evolucionado muy lentamente. A nivel estatal se han establecido regulaciones en función de las sanciones e interlocuciones que llegaban desde la Comisión Europea. Es decir, cuando Europa ha publicado sus directivas, no se han implementado o se han implementado de una forma muy lenta. Como consecuencia de ello, ha derivado en los últimos años en una multitud de regulaciones para hacer frente a esas sanciones.
¿Cómo se está gestionando a nivel europeo?
En Europa han sido más restrictivos. Los países del norte tienen políticas más exigentes y han impuesto normativas sobre las que han mantenido un mayor control a priori. No obstante, el coste de gestión de los purines en Europa, desde hace tiempo, ha sido más elevado que el coste asumido por España. Pese a ello, estamos presenciando una reducción de la cabaña porcina en algunos países hasta el momento pioneros. Por otra parte, las normativas exigentes han supuesto el desarrollo de tecnologías vinculadas a la extracción de nutrientes, reducción de emisiones de amoníaco en las naves con la captación del amonio para su uso en provecho de la agricultura, etc.
¿Qué MTD hay para reducir el impacto de los purines?
En España uno de los retos que debemos afrontar en cuanto a la implementación de las MTD es adaptar la tecnología que hay en otras partes de Europa a nuestro territorio y modelo productivo. Algunas de las más efectivas y que debemos aplicar de forma más rápida es aumentar la frecuencia de vaciado de los purines del interior de las naves para evitar degradaciones indeseadas del purín, y cubrir las balsas para mantener los nutrientes y no perderlos. También debemos aplicar técnicas como la acidificación del purín, que permite reducir las emisiones de amoníaco a la atmosfera cuando el purín se encuentra en las balsas de almacenamiento y ofrece un purín resultante con más valor agronómico porque está acidificado.
¿Qué retos tienen los ganaderos en materia de gestión de purines?
A nivel genético y nutricional somos un sector muy eficiente, pero debemos trabajar para reducir los volúmenes de los purines generados, caracterizarlos mejor y buscar las mejores técnicas para darle al agricultor el producto que necesita para su cultivo sin dañar el suelo agrario, e intentar que se utilice nuestro purín y no otro abono fabricado sintéticamente. Este es el mayor reto, buscar las sinergias entre el ganadero y el agricultor.